Ollanta, dignidad y coraje

Miraflores, 11 de la mañana, cafetería atestada de gente, muchos turistas, mucho calor, mucha bulla. En una mesa, un norteamericano sesentón comía huevos revueltos con tostadas, poco cabello, rostro congestionado, sudando a mares, devoraba a dentelladas luego de haber gritado por segunda vez al mozo (de muy mala manera) que le trajera un café. Próximo a él, otro norteamericano, más joven pedía educadamente una cerveza y un sandwich. Como quien le pica la cercanía de un coterráneo el más viejo interpeló a su vecino comensal:

viejo: Yeah, here you eat very well, i always come here.
joven: Oh, good, i'm waiting for my sandwich.
viejo: Perú is a very good place, i like it, but peruvin girls are a mess.
joven: Really?
viejo: Two times i made that mistake, they are a mess.
joven: (Le entrega una tarjeta de presentación) That's me in the united states.
viejo: Yeah, I know that place. I have to come back, in april, for my medical check up

El viejo termina su desayuno, mira descaradamente a otra comensal joven de mesa vecina, se para, se pone un gorro rojo, se despide del joven norteamericano, sale del café, recoge del suelo un palo de madera (que había dejado antes) con una gigantografía enrollada. La desenrolla, cruza la Av. Diagonal con la gigantografía extendida sobre el palo, camina todo el parque Kennedy mostrándola. La imagen se ve amplia y grande, exhibe una foto y una leyenda:

OLLANTA HUMALA: DIGNIDAD Y CORAJE.

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