La ministra de Cultura de Colombia, Paula Marcela Moreno Zapata, develó ayer una placa conmemorativa en homenaje a su compatriota, y Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en el Hotel des Trois Collègues, donde el autor terminó El coronel no tiene quién le escriba, publicada hace medio siglo.
La novela del eterno esperar, de la pensión que nunca llega, del coronel cuyas esperanzas estaban puestas en su gallo, como Gabo, esperando ese cheque del periódico que lo mandó a Europa, esperando no ser desalojado de ese cuarto de hotel que ahora tiene una placa conmemorativa en su honor, Gabito con las esperanzas puestas en su escritura, de hecho el Coronel es él mismo, es también su abuelo Nicolás, es también el mismo pueblo colombiano que espera esa carta de paz que nunca llega.
La mujer se desesperó.
- Y mientras tanto qué comemos -preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía-. Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
- Mierda.
Una de las pocas bien logradas adaptaciones al cine de algún escrito de Gabito es sin duda la película dirigida por su entrañable amigo Arturo Ripstein, donde un extraordinario Fernando Luján interpreta al coronel, la recomiendo.
Previo: Mañana real-maravillosa
Previo: Tarde con Gabo y sus películas
Imagen: Cathleen Toelke
Tags: Gabriel+García+Márquez literatura conmemoración Paris
1 Tuvieron algo que decir:
Así como no hay mirada más triste que la de Fernando Luján, tampoco he visto mirada más amorosa depositada sobre otro ser humano que la de Marisa Paredes. Es la historia de amor que Ripstein sacó de entre las páginas que García Márquez escribió. Y su audacia también consistió en resistir la tentación de usar el flashback, y en su lugar, comprimió el pasado y el presente (el recuerdo del hijo muerto y la espera de la fecha en que peleará el gallo) en un sólo tiempo fílmico pesado y ligero a la vez, sólido y gaseoso. Todo dirigido hacia ese final prodigioso en que la dignidad se manifiesta en una sola palabra: "Mierda"... Me gusta tu estilo de escritura. Saludos
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